La antropología es clave para construir nuevas formas de relaciones entre mujeres y hombres. “Su labor implica tener una mayor comprensión de las relaciones humanas”, afirma la investigadora Claudia Nancy Quiceno. En este sentido, desde la segunda mitad del siglo XX, se desarrolla la antropología feminista, que visibiliza las relaciones de poder a partir de conceptos como patriarcado y sistema sexo-género y cuyas aportaciones han contribuido a identificar las causas de la violencia contra las mujeres.
Los estudios de género han demostrado que la dominación masculina y la subordinación femenina tienen un origen social, no biológico. Lo que entendemos como ‘mujer’ y ‘hombre’ son construcciones culturales, como sostenía la antropóloga Margaret Mead, sobre las que se asienta un orden social generador de desigualdades y, por lo tanto, de violencia.
Para la profesora de Antropología Social de la Universidad Miguel Hernández de Elche Puri Heras González el sistema sexo-género “es un elemento estructurador de todas las sociedades, que fundamenta y sostiene la desigualdad” a partir del cual se desarrollan las distintas formas de violencia contra las mujeres. “La violencia de género no sólo se limita a las parejas. Podemos incluir la violencia estructural, como son las desigualdades salariales o de acceso a los recursos; la simbólica, como la cosificación y erotización del cuerpo femenino en la publicidad y los medios de comunicación, o la cultural, por las que las mujeres sufren mutilaciones,” añade la profesora.
La violencia de género es un mecanismo de control y poder de las sociedades patriarcales que se puede prevenir transformando los valores androcéntricos que lo sostienen. La antropología social en sus contextos de aplicación permite no sólo visibilizar estos valores imperantes, sino plantear propuesta de intervención y cambio.
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